miércoles, 11 de agosto de 2010

Al Cristo del Polvorin

Te he visto entre tus lirios, cuando vienes
Señor de la Humildad, desde tu iglesia
del Polvorín, tan triste, porque sientes
crucificada el alma ya, en tu pena...

El crepúsculo en sombras, se enmarcaba
sobre tu blanca túnica encendida,
que la Cuesta, nimbándote, rasgaba
tules de atardecer, que te ofrecían
sus rosas de pasión, hoja por hoja...

La multitud se agolpa en tu camino,
y te canta y te reza y se te implora,
por que aunque vas, Señor , triste y vencido
entre infames sicarios, si Tú rozas
con tus manos el mal, sana el tullido,
¡Cristo de la Humildad, con tantas penas,
con tu túnica Blanca, entre enemigos!

A tus pies, en el Punto, entre saetas,
como otro lirio más, yo te he traído
un dolor más, que puse entre tus flores,
porque en mi corazón sentí el latido
del divino consuelo, que Tú pones
en el pesar, que busca tu camino.
De entre todo el Poder Omnipotente,
que el Padre Eterno, en Ti Señor, Pusiera

no hay destello de luz, que alumbre y ciegue
ni fuerza alguna en Tí, como la fuerza
de tu Humildad divina, entre la gente
de ese Herodes Cruel, que te condena.
Siendo Tú Jesús el Bueno y El que puedes
porque eres Dios, juzgar a quien te befa.
¡En tu Humildad, Señor que poder tienes
en tu túnica blanca, entre esa gente!
D. Mario Rocormo